Mi heroína

Me gusta el color de tu piel, su textura y su suave sentir, cómo responde a la respiración, cómo sonríes cuando hago uno de mis estúpidos chistes. Tus labios de cielo y tus risueños ojos son todo el paraíso que necesito; cualquier religión estaría celosa de lo que tenemos.

Tu sonrisa me hace sonreír, olvidarme de todo lo que hay a nuestro alrededor. Eres tan igual y desigual, indefinida, impredecible, adorable y ridículamente hermosa; imposible de creer.

Ojos brillantes cubiertos de miel, cálidos, amistosos, encantadores... Adictivos...
Sin importar lo que diga nadie; creo en tí. Adoro morir deliciosamente entre tus brazos, con mis dedos correteando entre tu pelo y mis manos sobre todo tu cuerpo de diosa.

Sobre todo, me encanta cuando tomas mi aliento sin pedirlo, cuando sonríes con frialdad amorosa, cuando me haces creer que me odias amándome, cuando detonas esa serie de sentimientos conflictivos y contradictorios inyectándote en mi torrente sanguíneo como si fueras de la más pura heroína.
Y ciertamente mi heroína eres, pues no preferiría que otra me salvase de sí misma; eres salvación y perdición en ese laberinto que sólo a nosotros dos nos encanta llamar amor.

Me encanta como tan lentamente te metiste debajo de mi piel hasta detrás de mi cerebro, invadiéndome lentamente, consumiéndome, haciéndome tuyo por siempre. Y qué sería de mí sin hacerte mía? Ambos nos hacemos de los dos mientras nos destruye el anhelo de que nuestros cuerpos se difuminen y salgan de control.