16/1/11

Reflexiones sobre un pasado real.

Hoy es hoy, ayer es ayer; las cosas son, evidentemente, lo que las cosas son. No hay ningún sentido en disfrazarlas para hacerlas más interesantes cuando se sabe lo que realmente son en el fondo. Con el corazón firme al ritmo de un buen Rock'n'Roll se descubren cosas que de ninguna otra manera podría uno atreverse a descubrir. Sólo a través de experiencias se puede constatar que lo que pasa realmente no es nada, que no tiene punto adherirse a caprichos venideros, mentir, temerle a las cosas o preocuparse con ellas, o lo que es peor, mantener odio o desprecio por más tiempo de lo necesario hacia otras personas.
El miedo, la ira, la tristeza, el odio son todos sentimientos necesarios y válidos en la vida de una persona, pueden ser considerados minerales del alma de los que conviene evitar sobredosis; son sentimientos que deben venir e irse, no quedarse con nosotros para mostrar sus feas caras en aquel rincón oscuro de la esquina personal de nuestras vidas.
Uno puede volverse insensible a muchas emociones y quedar un tanto comprometido al sobreexponerse a experiencias que puedan afectar tu marco referencial y las concepciones de lo que realmente está bien o está mal. Es horrible presenciar cómo uno mismo puede deshumanizarse tanto como para olvidar el trato apropiado en situaciones interpersonales. La decadencia y la degeneración moral pueden ser implacables y cambiar todas las convicciones que uno cree que tiene bien definidas.
Aunque dejarse llevar resulte engañosamente placentero, es fundamental tener pleno conocimiento de las convicciones que se tenían antes de sentirse corrupto. Siempre se piensa que mientras las cosas no salgan mal, están bien, que siempre que se sepa lo que está bien no se es mala persona. Nadie piensa realmente en lo que se hace y se dice, o en lo que pueda significar para las personas del entorno en el cual uno se desenvuelve; nadie piensa en que las manos seductoras del súcubo llamado corrupción los harán olvidar que ser bueno es bueno, o que se siente bien.
Pero,¿hasta qué punto puede ser uno seducido hacia el olvido inexorable?, ¿dónde se traza la línea que cada uno tiene derecho a trazar libremente donde se les pegue la gana entre el bien y el mal? ¿Cuál es la referencia para saber que se es justo y no inmoral?

La llave está en la verdadera humanidad, en algo aún más esencial que nuestros instintos básicos.
Los que pernocten en la oscuridad sabrán que tienen vuelta atrás, pero no querrán aceptarlo.
De lo más básico es recordar: Lo que pasa no es nada, lo que se queda es lo que importa.

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